martes, 28 de diciembre de 2010

Amigos solidarios de la calle






Muchas gracias amigos, con vuestro gesto mis inquietudes siguen despiertas y mi esperanza de que algún día el mundo nos movilizaremos en favor de los que menos tienen se avivan. Mi homenaje para vosotros va con esta entrada.

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martes, 2 de noviembre de 2010

Ruego apasionado a una futura enfermera


Os invito a que leáis la carta que la enfermera Rosemary Mills escribió en 1985 y que a más de uno nos ha hecho reflexionar.

En 1984, la Society of Geriatric Nursing del Royal College of Nursing, instituyó un Premio al mejor ensayo sobre Enfermería. Rosemary Mills, Supervisora de la Residencia Balgoman en Kent lo ganó, con el texto que se publicó en “Noticias de Enfermería”, Vol. 43 Pag. 29, 1985, Liga de las Sociedades de Cruz Roja. Con las 100 libras dio una fiesta para sus pacientes.

"Voy a presentarme porque en el año 2010 cumpliré 70 años y seré una anciana, tal vez paciente suya. Como quizás entonces ya no podré expresarle mis deseos, aprovecharé para decirle ahora como me gustaría que me trataran.

En primer lugar quisiera preservar mi identidad. Soy la Sra. Rosemary Mills y así deseo que me llamen. No quiero que se refieran a mí como “la Abuela” o “Rosa” o “la Sra. De la cama 9”. Respondo al nombre que resulta más familiar, el mío, Sra. Rosemary Mills.

Mi mundo se hará mucho más pequeño en la sala de internación, por eso le pido que comparta su mundo conmigo. Hábleme de su familia, de sus amigos o de cómo pasó su día libre. Déjeme contarle mi ayer y trate de manifestar un interés genuino cuando le digo todos los días lo mismo. Tener una vida privada y tener momentos de soledad será algo sumamente importante para mí. ¿Podría darme una habitación individual?

Como probablemente no será posible, le pido por favor que corra las cortinas alrededor de mi cama cuando vaya a lavarme o vestirme. Si tiene que bañarme quisiera que respetara lo más posible mi intimidad y mi dignidad. Si no pudiera vestirme por mí misma, me gustaría que cuide lo más posible mi apariencia; por favor, en las medias, no me haga un nudo sobre la rodilla. Durante el día, ¿podría haber algunos momentos de silencio? No es necesario dejar el televisor encendido permanentemente aunque nadie lo mire. A la hora de comer, si no puedo cortar los alimentos, espero que lo haga por mí. Si es necesario, comeré con una cuchara, pero en ese caso, sírvame en un plato hondo para no tener que luchar largo rato antes de atrapar un trozo que resbala. ¿Podría darme una servilleta? Puede ser de papel, pero decididamente no me ponga un babero. No me rete cuando se me vuelca el té, ni suspire con impaciencia porque hago todo muy lentamente. Si ya no puedo controlar mis esfínteres, sígame tratando como a un ser humano. Trate de no fruncir la nariz en señal de disgusto cuando vean que mojo la cama, no me llame sucia, ni me avergüence, no crea que lo hago a propósito.
Espero que me ponga pañales especiales y no una sonda para comodidad de ustedes. No quiero caminar en compañía de una bolsa de orina. Sería una curiosidad para mis nietos y una vergüenza para mí. Será muy amable si Ud. manifestara interés por mi familia, mis fotografías o mis nietos cuando vienen a verme, pero sería muy descortés si me preguntara por qué mi hija no se ocupa de mí o porqué mi hijo y su familia no me ofrecen su casa. Tal vez esté demasiado inválida para que ellos puedan cuidarme o quizás no estén preparados para intentarlo; de cualquier forma no querré que me lo recuerden.

Si perdiera mi lucidez y no entendiera lo que quiera, por favor no me grite, porque sólo conseguirá asustarme y confundirme más, hasta podría ponerme agresiva; por favor tráteme con amabilidad porqué así sí la voy a entender, Parece que mis deseos y necesidades no tienen fin, pero en realidad son muy simples. Sólo quiero calor, comer bien y una persona bondadosa que me cuide. Le he dado mucho en que pensar y temo que no solamente tendrá que pensar en mí, sino también en lugar mío.

¿Si Ud. estuviera internada durante tanto tiempo, acaso no pediría lo mismo?"


Fuente: www.gerontologia.com.ar

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domingo, 24 de octubre de 2010

La fuerza del cariño

Te encontré por casualidad, buscando información para el trabajo que tenía que entregar, me paré a verte y las lágrimas afloraron en mi rostro. No eran de pena, eran de alegría....sentí el amor que regalas a ese niño y el que te llega a ti a través de él.
Nunca nos vamos a conocer, ni voy a poder estar cerca de ti para ayudarte a empujar ese carrito de esperanza que arrastras con tanto amor.
Desde la distancia quiero ofrecerte mi pequeño homenaje, muchas gracias, con gestos como el tuyo mi vida tiene más sentido; ruego para que "el papacito Dios" como tú le llamas te bendiga.
Si tú puedes yo puedo.


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